El color blanco, se asocia con la tranquilidad, recuerda a la nieve y trae una sensación de limpieza, bondad y sencillez.
Hay una frase a propósito del color blanco de las manos utilizada para señalar de forma elegante que las damas no son un peligro para la integridad de nadie. El suceso fué protagonizado por Francisco Tadeo de Carlomarde (1773-1842), ministro del Borbón Fernando VII, que logró que el rey moribundo restableciera la ley Sálica, que quita a las mujeres de la sucesión al trono. Esta acción irritó tanto a la hermana de la reina Cristina, que le propinó a Carlomarde una sonora bofetada. El ministro, haciendo gala de su caballerosidad y teniendo en cuenta, además, el rango de la citada dama, disculpo la ofensa diciendo “manos blancas no ofenden”.
Las personas con manos blancas son cerebrales, y necesitan pensar antes de actuar.
El color amarillento, tiene exceso de mente con un toque especulativo, en un continuo intento de ir más alla en los motivos de uno mismo y de los demás. Es el color propio de los sabios, los
rigurosos y los fanáticos.
El rojo es impulsivo,
primero actúa y despues piensa, si solo tiene este color en algunas zonas, tiene o ha tenido un problema “que le enfurece” y no ha resuelto, si no saca esta cólera, puede generarle una enfermedad.
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